viernes, 5 de noviembre de 2010

Poemas perdidos. 4

El viento era libre. El viento tenía todo lo que a ellos les habían arrebatado y podía soplar y rugir si se enojaba, correr, volar, viajar. ¡Qué bien ser el viento! ¡cuan afortunado era él! No tenía barreras, cárceles ni murallas pétreas que impidieran su paso: él se colaba por cualquier rendija y burlaba toda clase de protección.

Poemas perdidos. 3

La noche pacífica desplegaba sus alas hasta lo más infinito del horizonte. Un inmenso grupo de nubes violáceas empujaba al todavía candente sol tras las montañas mientras los pájaros buscaban refugio entre las retorcidas y semidesnudas ramas de los árboles.
Miró al cielo de un color azul oscuro, gris en la línea de la sierra, púrpura tras las casas más distantes; contempló el declive del sol, que paulatinamente era vencido por las nubes y emitía sus últimos rayos en la caída, como el guerrero herido que lucha hasta el final por el honor de su patria. Suspiró. También con el día, con la luz y el dinamismo, se marchaba la esperanza y llegaba la noche, fría, oscura, pero irrefutablemente bella. Todo se sumiría pronto en la quietud de las sombras. Todo. Finalmente, la gran techumbre que era el cielo terminó por teñirse de negro y las nubes plateadas le conferían matices plateados. Una suave brisa despertó, nacida de las entrañas de la Tierra y deambuló a sus anchas, enroscándose alrededor de los fustes de las altas columnas, haciendo bailar a los árboles y jugando con su largo cabello moreno. Era una brisa agradable, un viento simpático y juguetón como un cachorro que gira y gira y nunca se cansa.

Poemas perdidos. 2

Escondes tu vida tras extrañas palabras
Dedicadas en silencio
Estrofas y versos de amor
Para poder aplicar la fuerza de tu corazón
Escribes mensajes de colores
Entre letras negras
Dedicando palabras a ingratos amores
Pasando día a día difíciles pruebas
Demuestras seriedad ante la vida
Por temor a ser otra vez destruida
Sin Mostar afecto por nada
Por miedo a ser rechazada
Hoy con tu corazón hecho pedazos
Por un oscuro ángel que tu vida marco
Que aunque una vida entera tengas que esperarlo
Tienes que jugártela para recuperar su corazón
Sigue creciendo con tu corazón latente
Entrando con tus palabras en los pensamientos de la gente
Tocando el cielo con tus palabras
Y poniendo en tus letras el alma

Poemas perdidos. 1

Cuando el dolor revienta en las mejillas
y explotan de los ojos cataratas,
el corazón mutilado es un lamento
y su quejido es sancionado por decreto.
Cuando las cartas se quedan sin los reyes
y los juegos terminan maldiciendo,
no hay jazmín que adorne las parcelas
ni caricias que calienten en invierno.
Por mucho empeño que se ponga en el intento
no florecen amapolas en el prado
ni hay luna que ilumine un aposento,
porque el amor viste de luto
cuando muere,
porque la daga del adiós
mata los sueños.


Las tinieblas cubren la tierra y los hombres andan a tientas por ella

Esa frase no recuerdo cuando la escuché, simplemente se quedó grabada en mi mente, me quedé pensando en ese momento en que tenía razón. ¿Qué estamos haciendo? La realidad existe. Nosotros no queremos aceptarla, pero nos estamos destruyendo, a nosotros, a nuestras familias, a nuestro planeta… nosotros solos, nadie nos está ayudando.
El ser humano no está creado para convivir con los demás pero debe aprender. Actualmente creo que nadie ha aprendido a convivir sino que han aprendido a adaptarse al otro. Cada uno busca su propio beneficio, nadie mira por los demás. Si tu no miras por ti mismo nadie lo va a hacer.
Creo que mucha gente tiene fe en el futuro y cree en el ser humano. Falso. Nadie puede saber que va a pasar. Nosotros hemos desarrollado muchas técnicas de conocimiento, de progresión, de avance… pero no hemos desarrollado la capacidad de amar, la de sentir, la de valorar, la de apreciar. Este mundo no depende de si la gente está mal educada, o si a recibido una enseñanza, o estudios…
No, este mundo se rige por la supervivencia del más fuerte contra el resto del mundo. Aquí gana el poderoso y pierde el que no ha levantado su arma para matar, robar, destruir…
Las leyes de este mundo son tan efímeras… nadie respeta al otro, por mucho que lo intente. Hemos nacido con esa capacidad tan odiosa de juzgar a los otros y ensalzarnos a nosotros mismos. Estamos destruyendo nuestros hogares, familias, amigos… todo lo hemos roto…

Ese sofá vacío...

Ese sofá vació. El terciopelo sigue teniendo tu figura guardada como oro en paño. Sigo sentada en la mesa, con la taza en la mano, mientras la balanceo no puedo evitar caer en la cuenta de que llevaba tanto tiempo allí, sin hacer nada mientras miraba el sofá con esa carta de promesas rotas y vacias tuyas que me daban esperanza.
"¿Cuánto tiempo llevo aquí sentada? ¡Bah! ¿¡Qué importa!?"
Parece que me encanta perder el tiempo mirando hacia atrás. Recuerdo como fue la primera caricia en mi piel, el primer beso, el primer te quiero... y como se fue agotando el tiempo. Nunca se repetirá y aun así no puedo evitar sonreír y estremecerme. Parece mentira lo rápido que pasa la noche, esta noche silenciosa en la que desde la ventana la luna me acompaña.
Resulta curioso como dejamos inconclusas aquellas cosas de la vida que posiblemente mayor satisfacción nos creen. Y cuando vuelves la vista atrás recuerdas lo bien que te sentías, recuerdas como en cualquier lugar y en cualquier momento pedías un bolígrafo para hacer garabatos en una hoja, por que ahí estaba, la inspiración llamando a tu puerta, en mitad de cualquier sitio, sin más, unas pequeñas frases que eran tan buenas que no las podías dejar escapar. Pero lo cierto, aunque parezca triste, es que dejamos escapar todo aquello que nos refuerza, por miedo, por capricho o simplemente por excusas tan vacías como el tiempo. “Esté tiempo del que tanto nos quejamos no nos va a esperar, Cronos nunca espero unos cuantos años, para comerse a sus hijos, ¿nos va a esperar a nosotros? – ¡Apaga y vamonos, deja de pensar...!”
Le doy un suave sorbo al café y aparto la taza. Ahí esta, ese dichoso sofá, este dichoso silencio, esta jodida noche. Lo rápido que pasa el tiempo y lo lento que puede parecer en según que momentos. Y ¿a quien llamas a las cinco y veinte de la madrugada de un lunes? No llamas a nadie, sino que abres una hoja de Word y comienzas a poner letras a todo lo que te rodea, incluido ese odioso sofá que me mira, mientras el corazón se ahoga lentamente y notas como su pulso decrece, sucidio, nadie lo pensaría.
La forma que toma el sofá es curiosa, creo que es la tuya, pero hace ya tanto tiempo que no te veo, que apenas recuerdo las curvas de tus sonrisas, hace ya tanto tiempo que deje de soñar cosas bonitas, que no recuerdo tus dientes blancos peleados con tus labios por lucir más en tu rostro. Si al menos pudieses perdonar mi impertinencia y volver, volver a ese sofá, a compartir extrañas conversaciones sobre ¡a saber sobre que! Cada día en tu cabeza rondaban diferentes inventos, nuevas investigaciones disparatadas, y con tu calida sonrisa lo llenabas todo. Hecho de menos todo ello, y ese sofá sigue ahí, parece que me mire. Cada vez que bajo la mirada para leer lo que escribo en el ordenador parece que me llame para volver a levantar la mirada hacia él. Debo estar soñando. Pero esto esta comenzando a parecer una pesadilla, no es lo que debería ser, debo de estar soñando. Todo esta en mi mente, y ese jodido sofá no me llama, solo es tu recuerdo lo que me hace extrañar cada momento que pasamos juntos.
Otro sorbo al café y abro la ventana. Hace frío, pero no un frío seco como pasaría en casa, sino algo húmedo que cala los huesos. Un estremecimiento.
Este es un mes difícil, y no son los mejores momentos para atormentarme con un sofá, con un pasado de rituales perdidos que anhelo volver a encontrar. Aunque lo que sinceramente creo, es que jamás encontrare lo que se ha perdido, porque se ha perdido en el tiempo, y el tiempo no vuelve. Hoy quizá sea más consciente de mi fin. Mi único deseo es indeseable, paradojas de la vida… para variar.
Hay un gato paseando por la calle, solo, vagabundeando, supongo que en busca de comida, o de calor.
Rápidamente me levanto de la mesa y recuesto mi cuerpo en el sofá, apoyo mi portátil en mis piernas, agarro las promesas vacias de tu carta y la tiro por la ventana, abro la pantalla del ordenador y con unos pocos tecleos escribo:
¿FIN?
No, el fin en mi mente no va a llegar así. Apago mi portátil y me acuesto en ese sofá… intento recordar tu abrazo, ese que me dabas cuando me tumbaba en tu regazo. Imagino tu forma, tu respiración, tu aroma, tu calor… sonrío al recordar aquel tiempo, ese en el que yo podía ser feliz y no estar enferma. Ahora ya nunca me iba a poder curar, pero no me importaba, el que tu no estuvieras conmigo hacía que nada me importara… mi única esperanza de salvación para poder dejar de sufrir y enfermar se había ido haciendo lo peor que pudo hacer… daño. Sus palabras retornaban a mi mente con esa sombra de dolor. Esas palabras que me mataron, me mataran y lo seguirán haciendo por siempre…. Nadie va a querer nunca a una loca, nadie va a querer a una enferma… NADIE…NADIE NADIE NADIE NADIE NADIE NADIE!!!!!!! Que te quede claro NADIE, nadie va a quererte… y si alguien lo hiciera… enfermaría contigo…. Pero ahora ya no importaba, la única persona a la que yo quería para siempre no iba a volver… había muerto? No. Pero yo para él si… y es cierto me quedaba poco tiempo de vida… cada vez menos… lo notaba, la pena me estaba consumiendo cada vez más. Estaba sola, en un país desconocido simplemente por no hacer más daño… la muerte me buscaba por Yecla, por Murcia… pero no daba conmigo… al final a la muerte se le ocurrió buscarte a tí; y te encontró, te dio a elegir si te ibas tu con ella o me iba yo, y otra vez haciendo alarde de tu “querer” y de tu aprecio hacia mí levantaste tu cabeza con orgullo y le indicaste el camino hacia el éter, pero acaso alguna vez tu habías estado allí, no. Tu sólo me había prometido palabras vacías, siempre pensé que eran verdad hasta que... me abandonaste, no cumpliste tus promesas, eran todo mentiras. Como sólo buscabas la soledad, tu orgullo hizo decirle a la muerte donde me ocultaba y ella me encontró. Sonreí al verla puesto que ya no le tenía miedo, era una vieja amiga, alguien en quien confiar... total si ultimamente con todos los ataques la veía todos los días. Pero me pregunto... ¿Por qué volví a buscarte y a quererte, a luchar por tí, a vivir por tí, a ser tuya...? Yo vine por tus promesas... promesas que jamás se cumplieron y que ahora tengo que sufrir atada al tiempo. ¿Cómo has vaciado tanto tu vida? ¿Cómo te has dejado influenciar tanto por los demás? Digas lo que digas, cariño, nadie te reconoce, tu nunca has sido así aunque ahora pretendas convertirte en ello. Pero tenlo en cuenta, no se si será tarde cuando quieras enmendar tu error, pero te quiero y estaré esperandote, al igual que ahora quiero verte sonreir por lo que has elegido. ¿Pero sabes qué? Tu mismo sabes que no, que así no eres feliz, y vives con el miedo... el miedo.
Una vez allí llegue yo demacrada a saludar a mis llorosos y tristes padres… no había solución, el demonio me esperaba y allí fui, como angel caído al infierno… cuando salí la muerte me estaba esperando, pero antes le pedí que me dejara ver lo que yo más quería y quiero en este mundo… y  lo hice… realmente no me hizo más daño del que ya había, yo sabía que no estaba preparada… pero quería verle… sabía que eso me podía matar allí mismo… pero una luz se encendió en mi y me envolvió.. mi alma me quería proteger hasta el final… pues mi alma sabía que le quedaba poco tiempo para protegerme…
                                …
Las horas después de haberle visto fueron decisivas… ataques y mas ataques… la muerte como gran amiga a mi lado acompañándome en todo momento hasta que me llegara la hora… nunca había luchado por mi, siempre lo hice por él… y ahora ya no tenia nada ni nadie por lo que luchar. Asi que la muerte me miró y yo asentí.. me dejé ir… todo había terminado. Mi parte luminosa y blanca, mi angel blanco, mi protector, mi alma iba hacia el cielo mientras que yo me vendia al diablo… la muerte era tan solo el principio de mi inmortalidad… la muerte nació viva y ahora ya no puede morir… me acompaña en todo momento. Después de la vida todo era... ¿el fin?

El Amor no desaparece

El Amor no desaparece nunca.
La muerte no significa nada.
Sólo he caminado hasta la habitación de al lado.
Yo soy yo, y tú eres tú.
Lo que éramos el uno para el otro, lo seremos siempre.
Dame el nombre, que siempre me has dado.
Háblame como lo has hecho siempre.
Que no haya diferencia en tu tono,
que no tenga un aire solemne o de pena.
Sigue riéndote de lo que nos hacía reír juntos.
Sonríe, piensa en mí, reza por mí.
Deja que mi nombre sea pronunciado en casa como lo fue siempre,
sin énfasis de ninguna clase, sin tristeza.
La vida significa todo lo que siempre ha significado:
una continuidad que no se detiene.
¿Por qué debo estar fuera de tu mente? ¿porque estoy fuera de tu vista?
Te espero, no estoy lejos,
justo del otro lado del camino.
Como ves, todo está bien.

Simplemente porque yo te querré eternamente.

Vampiro de amargura

En el regazo de la tarde triste
yo invoqué tu dolor... Sentirlo era
Sentirte el corazón! Palideciste,
hasta la voz, tus párpados de cera

Bajaron...y callaste...Pareciste
oír pasar la muerte...Yo que abriera
tu herida mordí en ella -¿Me sentiste?-
¡Como en el oro de un panal mordiera!


Y exprimí más, traidora, dulcemente
tu corazón herido mortalmente;
por la cruel daga rara y exquisita
de un mal sin nombre, ¡Hasta sangrarlo en llanto!
y las mil bocas de mi sed maldita
tendí a esa fuente abierta en tu quebranto.


¿Por qué fui tu vampiro de amargura?
¿Soy flor o estirpe de una especie oscura
que come llagas y que bebe el llanto?


Simplemente deseo saborear tus labios bañados en sangre...

La muerte es tan solo el principio

                                      (31/10/09)-(1/11/09)
(4/01/2010)
El fin…
“Lo que escribo son solo palabras, porque ya no puedo escribir hechos. Escribo para mí, es una escapada, un momento ausente para reflexionar, algo que me “ayuda” a ver las cosas se otra manera, más allá del sufrimiento, del dolor, de la enfermedad, de la muerte… más allá de todo. El caso es que yo escribo, lo intento… pero ¿y qué si duele? Lo único que pido… es ser “feliz”. No juzguéis por lo que leéis… simplemente hay que entenderlo.”
Prólogo
En el inicio todo era un sueño. Pero ahora… es irónico el momento en el que el amor se convirtió en muerte. La oscuridad me envolvió totalmente. La realidad…no recuerdo porqué no la acepte. Pero no deseo averiguarlo.
El fin…
Creo que soy una de las pocas personas humanas que cree esto. O que es capaz de poder tener tantas emociones y no poder controlarlas. Mi trastorno es emocional y mi visión de la realidad es difusa. Y esto afecta a mi mente. Pero como una vez dije… “La mejor manera de sufrir es por algo por lo que merece la pena luchar.” Fui cabezona y eso, eso fue mi final.
(…)
Sufría, veía llegar el final pero no quería aceptarlo. Deseaba seguir luchado aunque ni yo misma comprendía el porqué. Simplemente quería, merecía la pena luchar por esa persona que te hacía sentirte tan especial.
Ese sábado lo llamé, yo sabía que él no iba a hacerlo. Le dije de volver a vernos y me contestó que más tarde. Esa noche lo vi, pero lo único que hizo fue mirarme y decirme que teníamos que hablar.
Comenzó a cambiar de tema hasta que por fin  dijo lo que yo no quería oír nunca: “Que estaba enfermando por mi culpa y que no podía más…”
Entonces lo comprendí. Fue cuando dijo que todo había acabado. Esa noticia me derrumbó, no esperaba tales palabras, ni siquiera esperaba que todo fuera a acabar así. En ese momento me di cuenta de que estaba sola, perdida en la nada; y el cielo lloraba conmigo.
De repente me estremecí y sentí en mi pálida piel empapada una brisa fresca, que parecían puñales clavándose en mi cuerpo traspasándome muy profundamente. Sabía que él estaba presente, que me observaba. Sabía que él iba a poder seguir riendo y llorando. Su alma estaría desgarrada aunque no parecía darse cuenta de ese detalle tan preciado para mí. Me dio la impresión de que no recordaba lo que tanto le expliqué, no comprendía lo que tantas veces había intentado que viese.
No, él solo tenía miedo al dolor, pero no le importaba causarlo. Entonces recordé que el tiempo para mí se había detenido, que no tenía nada por lo que caminar y sentí el miedo. Mi vida estaba parada, él me había detenido tiempo. Él podría seguir sin mirar hacia atrás de nuevo, pero en cambio yo…
Yo podía oír todos los pensamientos que estaban en mi cabeza, todas esas voces que querían llamar mi atención. Milagrosamente conseguí por primera vez en mucho tiempo que murieran ahogadas en mi silencio. Silencio que golpeaba en mi soledad. Mi corazón latía lentamente para advertirme que podía seguir, pero no, no era lo suficientemente fuerte. Yo sabía que no duraría mucho, mi pena terminaría con su latido.
Parecía un sueño… una pesadilla, parecía que no era real. Pero por más que lo intentaba no podía despertar. No quería aceptar esa realidad que iba acabar conmigo.
Quería gritar pero mi voz se quebró. Quería olvidar pero las imágenes volvían a mi mente. Me sentí impotente al ver todo delante de mí, todo antes tan perfecto y ahora tan roto. Mi cara quedó lívida al memorar a quien no quería decir adiós.
Todo había terminado, estaba destrozada y rota de dolor. No, no podía haber sucedido… se había marchado, sin más, sin una explicación, sin un adiós, sin una mirada de las que meses antes me habían convertido en una niña feliz. En ese momento entendí que ya nunca más lo iba a ver, que nunca más me miraría, hablaría o sonreiría, que nunca más lo hallaría pensando en mi, que apenas sabría donde iba a estar. Intenté recordar su aroma, y el no poder evocarlo me angustió.
La realidad seguía acercándose lentamente. Y yo seguía andando sin rumbo, sin conocimiento del lugar. Estaba perdida bajo la lluvia y mis lágrimas se confundían con las gotas de agua que empapaban el castillo. El cielo se había apiadado de mí y quería llorar conmigo.
Caí al suelo, no podía más. Mis fuerzas me fallaban. Nada en mi cuerpo quería responder, todo estaba roto y dolorido, mi mente, mi alma, mi corazón. Cerré los ojos…no podía seguir.
(…)
Abrí los ojos en la noche y pude restablecerme por lo que me levanté y seguí sin destino.
 Me deslicé sobre la fresca y empapada hierba, seguía lloviendo, y la lluvia me golpeaba la cara. Una cara demacrada de dolor de saber que nunca más sus miradas volverían a dirigirse a mí. A partir de ahora el aroma de sus labios, el sonido de su voz aterciopelada, su risa, el tacto de su piel morena, esas caras de complicidad… muy poco tiempo después cerré los ojos, atónita todavía. No quería creerlo pero la realidad se empeñaba en aparecer, y me devoraba.
Mi sorpresa me dejo fría, al cerrar mis ojos llenos de lagrimas, de amargura, lo vi. Vi su rostro, y nuevamente, como siempre, me sonreía. Y me pregunté: ¿Cómo puede estar bien después de todo lo que ha pasado, acaso no significó nada?
Pero todo duró muy poco, me alcé sobre una roca cubierta de musgo verde y a lo lejos en la oscuridad pude contemplar un gran puente iluminado por una luz, la luz de la luna. Una luna que acababa de asomar su cara, de color sangre, todo me indicaba que era una noche de dolor. El cielo sentía lo mismo que yo.
Sin saber cómo llegué al puente, había unas barandillas oxidadas y todo estaba desierto. Era insignificante en ese momento para él, para la gente, para el mundo, para la vida, para todos. La soledad me había absorbido en un dolor interminable para el cual no existía cura.
Ya nada importaba, me eleve poco a poco sobre la oxidada barandilla que me impedía caer hacia el inmenso vacío que reposaba bajo mis pies humedecidos y llenos de barro.
Observé el paisaje aislado del mundo y supe que aún me observaba desde la distancia, en silencio, sin sentir nada, sin importarle lo que podría suceder.
Me mataba que una persona que me decía “te quiero” pudiera ser capaz de tener esa mirada tan fría y cruel. Solo me quedaba imaginar que todo era mentira y que todo había sido mi mejor sueño y su peor pesadilla. Lo miré desde la lejanía y mis recuerdos tan preciados volvieron a clavarme puñales en lo más profundo de mi alma, mi mirada quedó vacía al no poder sentir repentinamente tanto, me quedé conmocionada.
En ese momento, sin pensar en lo que iba a hacer, mi cuerpo, se impulsó hacia el precipicio aterrador. Solo sentía que caía, caía y el aíre se entrelazaba en mi pelo con su tacto frío que llegaba hasta mi cabeza y recorría mi todo mi cuerpo. Murmuraba palabras de despedida, de amor, de él…yo no estaba hecha para la vida y sin él mucho menos…
Todo se volvió borroso por lo que cerré mis ojos y varias lágrimas quedaron prisioneras en su interior. Dejé de pensar, dejé de luchar, tan solo quería disfrutar de ese momento hasta que todo terminase. Y deseaba que no doliera más de lo que ya dolía.
Segundos después todo acabó ya no sentía mi cuerpo liviano, pesado y dolorido.
La oscuridad me envolvió con su frío manto, así que finalmente mi mente y mi corazón callaron mientras yo me despedía. La noche se llevó mis recuerdos y mis sentimientos más profundos. Una luz cálida y brillante me rodeó, me elevó y yo desaparecí con ella para siempre.
(…)
Ataque… mi corazón se detuvo en vida y murió… la muerte lo sacó adelante.
Me rendí. Me deje llevar por el ataque… no iba a volver a luchar nunca más. El murmullo cesaba. La luz… si es que la luz había existido allí en algún momento, se extinguió. Recuerdo… recuerdo esos haces atravesando mi pelo, filtrándose a través de sus palabras en el eco de mi mente, reflejándose en sus ojos, esos que me enamoraron, y atravesando mi destrozado corazón. Esos haces brillantes, ahora muertos, no volverán jamás, no me permitirán nunca más bucear en sus amados ojos, ni leer su alma.
Porque yo les pedí que no lo hicieran. Tampoco había oscuridad. Nada giraba, nada se movía, nadie hablaba, no había nada. Ni siquiera la soledad se había atrevido a poner allí un pie. Porque yo… porque yo le pedí que me dejara a solas. Ni mis pensamientos, ni mi voz, ni mi cuerpo me acompañaban en este viaje, en el que no iba a ninguna parte, parecía que la muerte me llamaba a embarcarme en su viaje. En realidad, la única forma de estar en todos sitios. Y a pesar de no ver, y de no poder oír, ni tampoco poder alzar mi voz en la ausencia del silencio… porque no había ruido, no sonaba una melodía, ni tampoco me oía pensar. Simplemente, cuando todo está en silencio, él está ahí, levantando esa especie de murmullo que te acompaña para que nunca, nunca, te sientas sola. Pero yo me rendí, deje de luchar… le había pedido que se marchara, que estuviera con otra persona que quisiera su compañía. Porque yo, no, yo no quería a nadie que no fuese él. Y poco a poco, esa oscuridad desligada de todo color; devoraba materia, de realidad, me iba inundando, se comía los límites de mi forma, y los difuminaba, otros los borraba, y otros los estiraba hasta que se hacían invisibles y se fundían con el infinito explotando sin sonido en una incontable cantidad de nada. Y paulatinamente sentía como su tacto frío llegaba hasta mi cabeza. Me estremecí por última vez, sin sentir movimiento alguno. Mi estremecimiento debió surgir en algún lugar lejos de allí, quizá desencadenando la caída de una hoja. Mi vida llegaba a su fin… Caía, sentía el movimiento. Apenas me sentí una partícula inerte cuyo color, textura y forma se perdía en un suspiro. Y al darme cuenta de esto, esa partícula voló, y…
En algún lugar del universo una espiral surgida de la nada giraba y se agrandaba arrasando a su paso cualquier atisbo de normalidad, anormalidad, pensamiento, verdad… o mentira. Devoraba la realidad. Un espíritu observaba curioso el sinfín de formas que se dibujaban en su superficie, como si fuera una enorme bola translúcida donde se sucedían extrañas y engañosas figuras que gritaban, reían, lloraban, corrían, y todo de una forma escandalosa. Era como si hubiese exprimido una mente humana, mi odiosa mente, y todo su contenido se hubiese colocado cuidadosamente en forma de pantalla esférica, donde los pensamientos, ideas, memorias, y todo su contenido pudiese vagar libremente. No se había visto nunca nada igual. Era como si yo hubiese sido capaz de crear un agujero negro con la fuerza de la inmensidad de mi mente. Nadie sabía cuán peligroso podía ser intentar atravesar dicha barrera. Uno podría quedar perdido para siempre entre los interminables y vertiginosos laberintos de la mente, y eso podía causar daño... el daño, el dolor… algo que me daba igual sentir pero me mataba provocarlo. Alguien podría hallarse en recónditos agujeros nunca explorados ni utilizados. Ser devorado por los recuerdos de tu historia, la mía, la nuestra... Una gran congregación de seres invisibles del aire, almas, acompañantes silenciosos, pequeñas partículas… todos, se habían reunido, fascinados por las imágenes entrecortadas de aquella mente humana, la mía. Eran confusas, y mudas. Algunas figuras solo gritaban. Otros murmuraban en voz baja, y otros lloraban con alma desgarrada. Eran de diversos colores: los más oscuros correspondían a los lentos recuerdos dolorosos, y los colores brillantes a los frenéticos saltos vertiginosos de las figuras danzantes. Y la bola se expandía cada vez más. De pronto, inesperadamente, apareció un leve zumbido agudo, que subía un momento, se detenía, y volvía a subir, y hacía cabriolas y daba vueltas sobre sí. Era el tiempo, un segundo, y luego otro, empujado por el de atrás, y este a su vez llevaba a otro de la mano, que lanzaba en un impulso, hasta que, en un descuido, fue lanzado un segundo a la superficie de la bola, la cual lo absorbió inmediatamente, cesando el zumbido al momento, y sumiéndose el mundo en un instante congelado…
Todo lo daban por perdido… yo también… sonó la primera descarga. Mi corazón no latía… no quería volver a latir para exponerse al dolor que siente un corazón que dejó de funcionar por amor, rabia, dolor o muerte.
(…)
La pequeña fracción de tiempo atravesó velozmente aquel mundo inhóspito cargado de cadáveres de realidad que intentaban aferrarse sin éxito a él creyendo que podrían regresar así a la vida. Corrió y corrió, intuyendo un pequeño halo de existencia en algún lugar en el centro de aquella enormidad. Y cada vez se apagaba más.
La oscuridad se volvía espesa, era difícil traspasarla, pero un pequeño rayito de luz la atravesaba débilmente, como una bengala de socorro. Alguien gritaba en alguna parte, pero no había un soporte donde sostenerse… se oían gritos y ruidos, descargas, descargas cada vez más potentes. Pero mi cuerpo, mi alma, mi mente, mi corazón… estaban demasiado distanciados como para poder responder a ese bestial estímulo. Estaban demasiado rotos…
Llegó otro segundo… Aquel segundo comenzó a crear nuevos segundos, y segundo a segundo, se fue plagando el espacio de tiempo, y así discurrió un minuto. Minutos que más tarde, la fracción se había trasladado hasta la fuente de la emisión de la luz incorpórea, y sentía que un débil ruido luchaba por hacerse camino en la existente atmósfera. Lanzó otro segundo… y la última descarga… ¡por fin! Sentía dejar la vida de esa manera… pero yo también lo daba todo finalizado para siempre.
(…)
Imágenes que pasaban por mi mente… esos recuerdos felices. Me di cuenta de que por eso merecía la pena luchar, vivir… como yo dije… luchar por algo que merece la pena. Eso sí es importante. Tantos recuerdos felices: padre, madre, hermano, familia, amigos, gente nueva y la que queda por conocer, él y sus ojos… la muerte no quería que la acompañara… solo quería ayudarme. Y…
Allí sonó. Era el latido de un corazón, un corazón débil que quería volver a latir. Se sucedió otro segundo. Y otro latido. Y ruido a ruido, la inestable situación del éter se fue normalizando, y el débil halo de luz brilló con más fuerza, dejando ver una amorfa figura sin líneas no color. Lentamente, brillaba una línea, y otra, y así fue formándose la figura anteriormente indefinida, que en algún momento se había perdido en una caja en el estanque del fondo del pasillo polvoriento del recuerdo. Un calor recorrió la parte superior de la figura, haciendo que se estremeciera, sin moverse. En algún lugar, una hoja nacía…
Los seres invisibles observaron como surgía de la masa viscosa el pequeño segundo con su zumbido habitual. En ese instante, el tiempo volvía a la normalidad.
Aquella partícula regresó de alguna parte. O, simplemente, estaba allí. Sentí que aquello ya lo había vivido, que había caído en un extraño sueño dentro de mi propia pesadilla interminable. Es curioso que sintiera que caía, cuando sabía perfectamente que no me movía, cosa que hace un segundo no me había planteado. ¿Un segundo? Sentía el tiempo discurrir, ese hilo mental; se sucedían unos pensamientos a otros. Recordaba la hoja, estaba cayendo…
Y sentía mi forma, formas planas que dibujaban mi figura. El calor en mi cabeza, se agitaba, bullía… mis pensamientos. Estaban allí, acompañándome, en vez de abandonarme por mala dueña. Éramos tan solo mi mente odiosa y yo.
Y, a pesar de todo, allí había alguien. Alguien me observaba, desde una esquina en el cuarto esférico. Alguien que susurraba cosas, en una clave imperceptible por mi oído. Alguien que se reía entre dientes, y que a la vez sollozaba, con el alma destrozada. Ese ser, que había encontrado un espacio en mi espacio, podía observar perfectamente mi cuerpo ausente, escuchar mi voz muda, leer mi alma desdibujada, y sentir mi sufrimiento, aquel que yo creía haber dejado en otra parte. En ese mismo instante, cuando me di cuenta de que a pesar de haber intentado estar sola, y haberme desprendido de todo lo que no necesitaba, algo, o alguien, había conseguido filtrarse en aquel tiempo congelado, sentí de nuevo el miedo; a la muerte, a la vida… me tuve miedo a mí. Ahora, lo que había sido ausencia de oscuridad, y simplemente calma, se convertía en la más profunda y aterradora vorágine en las que mi atormentado ser se había visto involucrado jamás. Estaba desprotegida, desnuda, abandonada… La soledad me absorbió en su red de interminable dolor. El silencio cayó sobre mí haciendo resonar mi realidad.
¡No! Mi voz… y el silencio se quebró. La soledad se acurrucó junto a mí. Estaba fría, pegada a mi costado, buscaba mi calor. La oscuridad nos envolvía ahora. Realidad… no…No recuerdo por qué la deje… Pero no quiero averiguarlo. ¿Por qué?
(…)
Su voz. La recordaba suave, adormecedora… De otra ocasión. ¿A quién pertenecía, que me era dolorosamente familiar? Se oyó un ruido seco a lo lejos, una descarga… mi corazón no quería volver a latir para perder… prefería irme pero algo me lo impedía.
 La realidad se acercaba lentamente, con su cojera habitual. Ahora oía mis pensamientos. Se habían disparado. Se agitaban, daban vueltas, se entretejían, se estrangulaban y morían. La paz tocaba a su fin. El miedo era latente. Mi corazón apareció, despacito, pero latiendo con fiereza, recordándome que aún luchaba, que aún gritaba, que aún tenía coraje para bombear y mantener así mi insignificante vida. Mi oído se agudizó. A lo lejos, alguien arrancaba suaves y pesadas notas a un violín. Suave, muy suave. Lenta, muy lentamente, el arco iba deshaciendo, una a una, las pequeñas notas que se aferraban a las cuerdas del instrumento. Este aún dormía, y el arco, sediento de música, le robaba la melodía, porque sin esas cuerdas, sin esas cuerdas él no era nadie… Y las notas volaban, describiendo surcos coloridos y florituras en el aire, y llegaban hasta mi cabeza, donde un nuevo pensamiento era introducido en mi mente. Veía, no; sentía, esbozaba, olía, saboreaba retazos de mi pequeña y angustiosa vida, de lo que había sido, de lo que no era ya. Todo se había transformado.
Aquella voz seguía retumbando en la atmósfera, que ahora se había hecho palpable, y mi cuerpo, tendido sobre un suelo duro y frío absorbía ese aire enrarecido, ansiosamente, perfectamente consciente de que mis pulmones lo recibían con agrado. La respiración no era rápida ni dificultosa: solamente mi corazón latía a una velocidad que mis venas no podrían soportar mucho tiempo más. Decidí arriesgar el poco tiempo que me quedaba… simplemente tenía que decidir si ir al dolor o a la paz… pero tenía miedo, a mí, a la vida e incluso aunque fuera extraño en mi… a la muerte y a sufrir.
Poco a poco experimenté aquel delicioso dolor físico que, por unos minutos, alejaba mis pensamientos del dolor espiritual. Dolor, dulce dolor…
Muy lentamente mis sentidos comenzaron a activarse, todo dolía pero ya había decidido aceptar ese riesgo. Mi mente volvió al ataque, mi corazón, roto, intentaba latir con fuerza, mi alma seguía desgarrada…
 -Despierta.
Obedecí. Abrí los ojos. La oscuridad se manifestó realmente. El suelo estaba. También paredes. No, no lo había soñado, era un cuarto redondo, realmente. Redondo e inmenso.
Y en medio de la red entretejida por mi mente, un desconocido se había colado, empapándose de todo mi ser, fundiéndose en mis raíces, colgado de mis pensamientos. Sabía que me escuchaba, y más aún: que leía en mi mente como si se tratara de una pizarra llena de axiomas.
-¿Dónde estoy?
-En algún lugar… Entre el principio y el final.
-Mi principio me miró de soslayo hace ya mucho tiempo. Mi final ha sido peor…
-No es verdad.
Silencio. Su voz era cada vez más suave, más lenta y calmada, y la música sonaba con más fiereza que antes, los pasos de la muerte, la cojera de volver a la realidad… todo estaba más y más cerca.
-¿Cuánto tiempo llevo aquí?
-¿Importa eso?
Pensé un momento…
-No lo recuerdo, ya no sé que puede importar…
-Exacto.
-¿Qué quieres decir?
Calló. Dudé de si seguía allí, aunque un presentimiento me decía que si.
El aire se veteaba en rojo, como llamas, como pinceladas ardientes danzando bajo la fresca noche de verano. Cobraba color, cobraba sentido. Ya no parecía un sueño. Sentía furia, rabia de ver que por todo lo que había luchado, todo cuanto quería se había perdido. Pero ya nada importaba. Estaba muerta…y ya no podría dar nunca las gracias a aquellos cuantos he querido, a los que me han ayudado… nunca. Sentí la impotencia al ver que no había valorado lo que tenía… de no haber perdonado a quien debía y… no saber si me habían perdonado a mí. Mi manera tan mala de luchar por un sueño que yo misma convertí en una pesadilla… y por eso lo perdí. Me alteré.
-¡Eres cobarde! ¡Deberías permitir que viese tu rostro! ¡Porque sé perfectamente que tú puedes ver el mío!- bajé la voz- Y ver a través de él…
No respondió inmediatamente, pero podía oírlo jadear, y su respiración se aceleró, acompasándose a la mía. La música, antes suave, ahora era frenética y mareante.
-¿Y qué pasó?
No tenía que explicárselo, porque para él mi mente era una pizarra llena de algoritmos donde iba leyendo todo lo que se me pasaba por la cabeza. Por una vez que las voces acallaban dentro de mi mente, las notas de música me golpeaban. Destrozaban, furiosas, los suaves hilos que colgaban mis recuerdos, y todo se enmarañaba. Solo recuerdo la quietud, el silencio sepulcral que me mareaba, la sensación de angustia me tiraba desde la garganta y hacía que todo mi cuerpo se derrumbase, mientras me deshacía en un paroxismo final. Y esos haces de luz…
-Y viniste aquí.
Dudé un instante.
-Sí… busqué por las profundidades de mi mente. Intentando revivirlo a base de retazos, de recuerdos, para que no se perdiese, para retenerlo eternamente entre mis brazos… Creí que sería posible, pero ahora entiendo que no. Había sido tan corta mi vida, nuestra vida…
Y entonces vi el rostro de la voz. Se sentaba frente a mí, en el suelo, con las manos entrelazadas sobre el regazo, y las piernas cruzadas, clavándome unos profundos ojos verdosos. Su mirada me deslumbró, era inquisitiva y tristemente familiar. Entonces la luz se hizo más fuerte, y observé que estaba viendo mi reflejo en un espejo. Él había desaparecido para siempre. Todo el tiempo era yo. Todo el miedo, la angustia, las palabras y los recuerdos, me los estaba proporcionando yo.
-¿Y qué has encontrado aquí?
En aquel momento entendí que jamás volvería a encontrar su esencia, si no fuese en los recuerdos que aún mantenía de él. Pero aquello era tan solo ahogarme en mi propio ser, de tal forma que nunca lo hallaría si apenas yo sabía dónde estaba.
-Quiero irme de aquí… decide tu si a la muerte o a la vida… me da igual. Seré una loca feliz antes que una cuerda amarga…pero si vuelvo… deseo curarme para poder luchar por todo lo que he perdido y merece la pena, para perdonar, para vivir, para amar…para todo.
-No te voy a asegurar lo fácil, es más ni siquiera nadie te lo va a poder ofrecer…
-¿Por qué?
-Porque no existe… Pero te voy a prometer algo que ya te prometieron hace mucho tiempo. Que de aquí saldrás. Creo que no merece la pena que causes más daño, ya hay demasiado, y como tú misma dijiste “Lucha por algo que merece la pena…tu mereces la pena” Espero que recuerdes mis palabras. Yo me voy al paraíso… pero a ti te devuelvo a la vida. Eres un ángel, pero tus alas ya fueron arrancadas por el dolor. Te advirtieron que no las abrieras nunca pero no hiciste caso y entregaste gran parte de mi, tu alma, a alguien que no la ha podido soportar. No es culpa suya, tampoco tuya…aunque sé que te vas a culpar… pero sí cúlpate por no saber apreciar lo que tienes. Te recuerdo que no estás hecha para tener tantas emociones… ni sentimientos, pero los tienes. Esto te va a hacer sufrir…pero madurarás. Simplemente debes decidir vivir… mira, escucha, tu corazón que late débilmente y muy despacito. Creo que él puede seguir luchando muchos años más, es solo cuestión de tiempo que se cosan sus heridas y se cure su mente. Eres una rosa negra, valiosa, pero siempre tendrás el dolor de perder a la persona que querías y simplemente no sé si fue por la distancia, por culpa de tu ignorancia o por tu inmadurez. Te recuerdo que estabas en estado crítico y decidiste arriesgarte… y como él te dijo… se te ha caído la montaña encima. Pero debes salir de esta, por favor… (…) Ahora mírame, se lo que sientes y yo te voy a dar fuerzas, espero que este viaje al otro lado del más allá te sirva de ayuda… mucha gente le tiene miedo, pero veo que tu no. Eso me sorprende. Eres muy diferente a los demás, eres especial aunque estés en ese mal estado… yo te ayudaré a salir. Recuérdalo. Volveré pronto para estar a tu lado. Ahora mírame y decide.
(…)
Desperté en lo que me parecieron horas después de mirarme a los ojos por última vez. Sentía el cuerpo liviano y dolorido, expuesto a una gran tensión. Frágil como un retrato de cristal, pero cómodamente situado en la cama de un hospital. Extrañada me giré lentamente y observé el cielo cárdeno que se extendía al otro lado del ventanal. Las nubes se entretejían perezosamente en un último suspiro antes de dejar paso a la noche. Oía pasos y voces a lo lejos. También alguien lloraba, en silencio, pero ya no tenía miedo, el ruido de la máquina me indicaba mi estabilidad.
La luna asomó su redonda cara y me advirtió que debía seguir mi camino, debía luchar por lo que creía… aunque doliese pero yo en ese momento solo quería ser feliz por tener otra oportunidad. No quería ser egoísta y causar más dolor del que ya había. Me di cuenta de que yo no era como él, él no quería sufrir pero en cambio no le importaba hacer sufrir a los demás.
No, yo era especial. Nunca me lo había creído, pero… Nadie me dijo que el camino fuese fácil. Ahora tenía la oportunidad de demostrar lo que aprendí metida en aquella burbuja, era el momento de demostrarme a mí misma el fundamento y el valor de lo que pienso, de lo que digo, de lo que hago… Me despedí del largo día, mientras esas nubes se llevaban mis recuerdos en la noche y cerré los ojos sonriendo al saber que iba a poder mostrar cómo era realmente y enseñar cuanto valía el esfuerzo de una lucha bien realizada. Mi último pensamiento fue el de la ilusión de poder omitir mi trastorno en un futuro para renacer como los Phoenix, de las cenizas. Y esa luz… volvió a aparecer.
(…)
Irrumpieron en la habitación en lo que me parecieron segundos después personas muy alteradas. En especial madre. Madre seguía murmurando palabras que me dolían. No, ella no tenía ni idea de nada… no sabía lo que había pasado. Era culpa mía, todo era culpa mía… me alteré y comencé a murmurar para que dejase de decir falsedades.
-Madre, calla… no sabes nada… Recuerdo… recuerdo esos mensajes… mensajes los cuales me iluminaban el día y yo… idiota de mi no lo supe ver, no lo supe apreciar, no lo supe valorar… Mensajes de los cuales no he borrado ni uno por mucho que tú me lo pidieras madre. Siguen escondidos en mi memoria. No sé porque me esfuerzo en quererle. Madre, no preguntes… no tengo respuesta. Sé que quieres lo mejor para mi, pero así no me ayudas. Lo que ha pasado no tiene nada negativo, simplemente no sé si fue la distancia, la ignorancia o mi inmadurez. No me pidáis que lo olvide, porque no lo voy a hacer. Es más, me gusta llevar su recuerdo conmigo… me hace sonreír de felicidad y llorar por no valorar cuanto tuve. Me rio de él, de esas caras que ponía, esas a las cuales siempre le rabiaba porque le salían arrugas. Que ilusa era… creo indudablemente que él tiene razón. Él me ha tenido mucho tiempo encima del pedestal y yo no lo he sabido ver, ni lo he valorado…cuando lo valoré… ya era tarde. Por eso mismo madre, no me pidas lo que no entiendes ni hables de lo que no sabes, no me pidas cosas que no puedo cumplir, ni me adules con cosas que son irreales. Sé que hay más personas en el mundo que me quieren, eso lo sé… pero no quiero querer a nadie que no sea él. Así que ahora simplemente déjame luchar por mí, por mi vida, por mis sueños… sé que no son tus mismos objetivos madre pero la esperanza es lo último que se pierde.
Madre déjame que siga con esta nueva vida que solo tengo unas horas y parece que llevo el peso de toda una muerte. Déjame que me cure, déjame que siga, déjame que luche. Simplemente déjame por mi… y por todos los retazos que aún conservo… se fue y mi vida se convirtió en un desierto, me dejó de querer y me odio a mi misma por ello y por no prestarle la suficiente atención, se interpuso algo entre nosotros y deje de luchar por él simplemente por mi agotamiento… y aun así cada día que pasa no le  puedo echar en cara nada. Ha hecho por mí lo que ha podido… me ha querido, me ha ayudado, ha hecho grandes cosas por mi… comparado con lo que hice yo… mi esfuerzo queda insignificante y al final no podía derribar el muro… ese muro que yo misma construí…
Así que madre únicamente te pido que silencies tu boca… no quiero oír esas frases. Sé que no estás de acuerdo con mi elección, pero es lo último que me queda. Padre, se que lo intentas comprender, pero no le busques la lógica… y es cierto, todo es culpa mía. No le supe querer, no le supe ayudar… lo único que hice fue… no lo sé la verdad, pero me duele. Yo le quería pero no se lo demostré en su tiempo y ahora…ahora solo queda la fuerza de una palabra que ya no tiene sentido cuando él no quiere perdonar ni olvidar… él no puede olvidar mi odioso recuerdo al igual que yo no puedo olvidar el suyo. Simplemente tengo palabras de agradecimiento, no puedo odiar a la persona a la que amo y menos aún sin razones.
Toledo por favor trae el tratado que lo firme… ya es hora de cumplir las normas. Juraste que me curarías y ahora estoy dispuesta. Déjame que firme mi sentencia. (Cuando eres inmortal... ¿por qué morirías? Cuando tienes que elegir...amor u odio...Vivir o morir... vivir un infierno o firmar tu propia sentencia...)
-Debo curarme.
Dicho esto firme el tratado no sé si con un ángel o con un demonio pero…
La muerte es tan solo el principio. No, no te quiero olvidar. Me encanta llevar los recuerdos que me sacaron hacia delante conmigo: esos momentos de sensaciones indescriptibles como alegría, amor, rabia, tristeza… Si me mató la vida por ti, me resucitó la muerte por él. Algún día volverás, eso será perfecto, y nunca más te irás de mi lado; seremos uno… te quiero, no lo olvides. Si tú saltas… yo salto.