jueves, 7 de abril de 2011

Cruzando el inframundo

Lo que me encontré allí estaba muy lejos de la imagen glamurosa que tenía en mente. Las chicas resultaron ser pequeñas cenicientas, pero nunca perdían zapatos de cristal, sino una parte de sí mismas. La inocencia de algunas contrastaba con su manera de hacer el amor con los clientes y estos anacronismos físicos me dejaban alucinada. Yo era una de las más «viejas» y sabía lo que estaba haciendo. Muchas venían aquí para ganar mucho dinero, no por necesidad, sino porque eran alérgicas a la pobreza y pensaban que la felicidad sólo se puede encontrar en un billete de banco. Yo buscaba cariño ante todo, y revalorizarme como mujer, pero en el fondo, teníamos el mismo propósito: amar y sentirnos amadas.
El telón es una canción preciosa, la actitud positiva, las ganas de llorar en aumento, maldita melodía.
¿A quien no le ha pasado que de tanta felicidad lloras por cualquier cosa al darte cuenta de lo perfecto que es tu presente? Pero realmente esto nunca sucede, sólo te das cuenta en tu mente.
Me encanta pero nunca sé ponerlo en práctica, me hundo en la miseria de las lágrimas.
Sonríe pequeña le dije a aquella chica que me encontré tirada por los rincones del amor.
Ella perdida entre tantas dudas, despertó de su sufrimiento silencioso que se siente cuando no entiendes nada.
Generamos cambios inconscientemente, y de ellos después nos sentimos orgullos en la mayoría de los casos.
¡Y cuanto me queda por vivir y descubrir! ¡Y que ganas tengo de hacerlo!
¿Acaso pensabas, que estaría aquí toda la vida?
Sinceramente, nunca lo pretendí.
Por eso mismo creo que volví a la vida para tenerte, pero ahora que no te tengo moriré para no verte.

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